Llevamos más de dos décadas detrás de la barra del Trillo y, si algo hemos aprendido en este tiempo, es que lo que mejor nos define no son nuestras palabras, sino las de quienes nos visitan. Cada día escuchamos a los clientes decir que aquí se sienten como en casa, que esto les recuerda a las tabernas de siempre, esas donde el camarero te atiende con cercanía y el guiso huele a tradición.
Muchos llegan por primera vez buscando un restaurante en Málaga donde vivir la experiencia auténtica de una taberna andaluza. Y cuando prueban nuestra carrillada ibérica o el rabo de toro, nos dicen con una sonrisa: “esto sabe a la cocina de mi abuela”. Ahí es donde sentimos que está nuestro secreto: platos hechos sin prisas, con respeto por el producto y ese cariño que nunca pasa de moda.
Otros, sobre todo quienes nos descubren paseando por el centro histórico, se sorprenden al encontrar un rincón que conserva la esencia de Málaga en cada detalle: las paredes, la barra de madera, el bullicio alegre de las mesas compartidas… “Aquí se respira tradición”, nos dicen mientras levantan su copa de vino.
Y están también los que vuelven una y otra vez. Los que nos recuerdan que no sólo somos un lugar donde se come bien, sino también un sitio donde sentirse parte de algo. Porque una taberna no es sólo lo que sale de la cocina: es también la conversación, el trato cercano y esa sensación de estar entre amigos.
Por eso, cuando alguien nos pregunta qué es El Trillo, respondemos con orgullo: somos la taberna tradicional que Málaga no ha querido perder. Y lo mejor de todo es que esa historia no la contamos nosotros, la cuentan nuestros clientes cada día con su recuerdo, con su sonrisa y con ese “volveremos seguro” que tanto nos emociona escuchar.

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